Dile a Cesar que todavía recuerdo cuando fuimos a la ciudad de México en un viaje por la carretera del Ajusco, un día después del concierto de Brujería en Almoloya del Río, cuando me dijo que también iba a Iztapalapa a atender un negocio de aparcerías, que podía darme un aventón. Salimos temprano, yo tenía resaca, él no. Me esperó en el crucero y partimos. — ¿Cómo te sientes? —Me preguntó con una sonrisa, yo le respondí en cámara lenta: — ¡Traigo seco el radiador! — Tómate esto —Me dio un Gatorade que me cayo como agua sobre lajas en el desierto. — Eso te va a alivianar, y si no, pasamos por algo fuerte —y seguía sonriendo. De camino hacíamos crítica y reseña del concierto, recordamos el setlist de canciones y confirmamos la violenta presencia de la banda dominando el escenario. A mi me pareció que la extrañeza de quien no conocía a la banda y la emoción de quienes empezamos a hacer el Speed Mosh, habían sido nata espesa de sangüaza y burbujas que se reventaban h...
'¡Hey chicos, muevan las piernas! Tal vez ya estoy loco —a lo mejor ya lo hiciste, ya avanzaste. Anduviste movido todo el día —Tic-tac, tic-tac Tick-tock, tick-tock… Ollie, ollie, ollie, ollie.' Las líricas de los grupos del rock independiente de los noventa fue un torito para quienes traducíamos esas canciones con un diccionario. Pensábamos hallar un mensaje claro, hasta bobo, como el del pop en español. Sin embargo, también necesitábamos un compendio de psiquiatría para desencriptar los mensajes. Aun así, cómo entenderlas si de lunes a sábado ponían al Chavo del 8 más las telenovelas y para la trepanación completa: Siempre en Domingo. En realidad, sólo faltaba apagar la TV y regresar a la libreta de apuntes y escuchar el ladrido de la angustia, sentir la lluvia ácida sobre la creatividad más pura y ver la esquizofrenia conjugando los tiempos verbales. Ahora, ellos y nosotros; muertos y envejecidos respectivamente, podemos asistir a la fragmentación de sus letras dispu...