Dile a Cesar que todavía recuerdo cuando fuimos a la ciudad de México en un viaje por la carretera del Ajusco, un día después del concierto de Brujería en Almoloya del Río, cuando me dijo que también iba a Iztapalapa a atender un negocio de aparcerías, que podía darme un aventón. Salimos temprano, yo tenía resaca, él no. Me esperó en el crucero y partimos. — ¿Cómo te sientes? —Me preguntó con una sonrisa, yo le respondí en cámara lenta: — ¡Traigo seco el radiador! — Tómate esto —Me dio un Gatorade que me cayo como agua sobre lajas en el desierto. — Eso te va a alivianar, y si no, pasamos por algo fuerte —y seguía sonriendo. De camino hacíamos crítica y reseña del concierto, recordamos el setlist de canciones y confirmamos la violenta presencia de la banda dominando el escenario. A mi me pareció que la extrañeza de quien no conocía a la banda y la emoción de quienes empezamos a hacer el Speed Mosh, habían sido nata espesa de sangüaza y burbujas que se reventaban h...